Descripción
Hoy, independientemente de las causas que originaron la reforma constitucional en materia religiosa en 1992, es innegable la causa de efectos diversos. Por ejemplo, las iglesias gozan de personalidad jurídica y legalmente pueden adquirir bienes inmuebles, así como constituir por sí mismas o asociadas con otras personas morales o físicas instituciones para labores sociales privadas.
Esta existencia legal y facultades para algunas actuaciones públicas, la adquisición de bienes y constitución de organismos sociales constituyen el parteaguas en materia religiosa del país, a la luz de lo que ha sido el proceso histórico Estado-iglesias… La reforma, así, sacó a la luz la pluralidad que algunos ya sabían que existía, pero que nadie sabía cuán amplia era en la opacidad legal, y cuan más amplia sería a partir de 1992.
Quienes más han tenido que bregar con esta nueva modalidad han sido los evangélicos; su juventud histórica en el país; su reciente, lejana, infrecuente y hasta utilitaria relación con los gobernantes no les han provisto de una cultura política suficiente; sus cuadros directivos, acostumbrados a la luz social, pero habituados a las sombras de la legalidad, con bastante frecuencia resultan deslumbrados y enceguecidos por las muestras de cortesía personal de los hábiles funcionarios y sin logros sustantivos en lo principal.
Este libro presenta varios elementos históricos de lo que ha ocurrido con otras experiencias evangélicas en distintos países, así como una serie de entrevistas a distintos actores del mundo sociorreligioso en México. Lo que consigue el autor es una buena muestra de los desequilibrios, sagacidades y desconciertos, anhelos y expectativas con audacias, de participaciones de buena fe e ingenuas con otras avezadas, que caracterizan el nuevo papel de las comunidades protestantes.
La obra refleja fielmente la preocupación de algunos liderazgos por contar, o no, con un partido político propio. Aparecen también otras voces, más cautas y realistas, que reconocen la diversidad de preferencias políticas entre sus hermanos de fe. Los creyentes, en general, no son tan manipulables en lo electoral como quisieran algunos líderes religiosos, ni pueden ser considerados cuotas de poder entre partidos como algunos políticos y religiosos aspirarían tener.
El centro de la investigación, finalmente, es sobre la reacción evangélica frente al poder público, sobre los efectos perturbadores de éste en las comunidades evangélicas y sus líderes, de éstos entre sí, y frente a aquél.
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